martes, 16 de octubre de 2007

HAY DESPEDIDAS Y... DESPEDIDAS, unas como fiera, otras como ave, algunas como espuma.

"Fin del eco" José Carlos Ramos. Pintor Peruano



ESTE TEXTO CONTRADICTORIO NACE DE UNA LUCHA CUERPO A CUERPO

He tenido el privilegio de reconocer que es celosa la palabra y que tienen ropa sucia los poemas. Soy testigo del escondite de las páginas, he tenido que llorar ante una palabra y pedirle su discurso. ¿Pero cómo, cómo devolverla al entusiasmo? He visto sus trazos de belleza con dolor.

Yo extraño el vientre de mi abuela donde podía hablar sin sus demandas. ¿No se puede diversificar el amor? ¿Acaso es la única flor viva que conozco? He visto a la poesía querer agacharse y tocar mis oídos y mi olfato cuando justamente estaba haciendo el amor. He visto su fidelidad y de mis manos sale sangre secreta, peces irritados y animales abocados a su eterna conciencia.

Pero no voy a gritarle a un vigilante, ni le voy a tirar piedras a un verso; yo quiero que se conjuren el barro y el dictado, quiero arar y oír, quiero levantar la cabeza y oler, yo voy a llevar mi animal al río para que se calme.

Yo sé que la poesía podría bien ser una viuda con sus misterios dolorosos y gozosos, y al abrir la puerta conozco su incansable necesidad, para que nos extingamos en un solo poema. Conozco su apretón de manos, su aprobación y su benevolencia, pero ella espera como toda abeja reina a sus esclavos chupándoles la sangre. Yo sé que se humilla y no le creo, yo sé que me engrandece y no le creo, conozco sus trampas y una vida y otra. La poesía tiene luz; ¿será otra? Tiene resonancia; ¿será otra? La poesía ama: su poema.

Y me despido del ángel negro de alas blancas y sumisas, me despido de la segunda guerra fantasmal sin mirar atrás, y yo me miro sospechando, dejándome tocar las piernas sin quejarme, atada a su melodía, a su celosa respiración, a su “te lo ruego” disfrazada de nenúfar.

Yo no sé si dejé la poesía por un rostro caliente que se arrimó a mi cama, un abrigo también abre hacia un paisaje y la poesía está exenta del placer y sólo la poseen los siglos. Yo no sé si abandoné la poesía porque me pareció un prendedor animado, un subtítulo de la realidad o tal vez al acurrucarse como perros hay una infidelidad insoportable. La poesía me parecía una palabra sin escolta, un animal sin comida y sin gota de agua, yo quería conocer el fondo y no la brevedad, yo quería texturas y la escultura de la palabra, no retratos imperecederos, yo esperaba un aviso vivo como la música y no lo que envejece sin piedad, y no será la primera vez que un trozo de carne colgado de un hilo invisible reclame.

Porque vi la sordera y la alegría de los usurpadores del pan, decidí situar mi desprecio en el lugar más cristalino, y el único que conozco tan erróneo como justo era el silencio.

Estaba tan desprestigiada la poesía que la traté como a un recluso, le di un pan ajeno donde nada se transforma, le hablé de lo bello de las lenguas atadas, le hablé del sudor desorbitante de su alondra.

Al describirla ensayo su sombra, ya que no quiero entrar en su cuarto, ni tocar su silla ni su mesa ni al eclipsado secretario con quien hablé de mi implacable, lacerado, corazón.

Así decidí convertirme en un defecto verdadero. Me volví un órgano genital como en los viejos días, cogí una edad cualquiera y la desempolvé. Si dejé la poesía era por su peligro; quería mayor unidad y no fuentes soñolientas, y además al despedirme le dedico todos mis poemas, me enorgullezco al dar algo con tanto afecto, y mis versos de intimidad los reconozco –pero la poesía enferma del perfil- y ahora que busco detrás de estas líneas erróneas, en la mirada de la máquina, desde este lugar donde yo oscilo y respiro: un deseo exlusivo de tres pétalos, donde cabe desear, pensar, besar, el anverso y el reverso donde más me imprimo y me impregno. Acomodada donde estoy en un lunar de su ingle, tengo el secreto y el desorden del mundo como en un claustro los rezos.

No debo decir que la tarea de llamar a las cosas y nombrarlas haya terminado todavía. Se fondean mis entrañas sin convicción, son las tres de la madrugada siempre para mí, veo la luz y la conciencia y no sé si debemos tomar vino o roernos.

(Texto publicado en la Revista Lienzo Nº 8 de la Universidad de Lima)



"La separación" Recreación de Luz María Sarria

LA DESPEDIDA

Yo sé que en el domingo los infieles voltean la cara hacia el otro lado del sueño. Hacia el triste momento de una despedida más justa. Hacia el carcomerse, por mentir, a ese honorable primer amor. Porque duele ese primer amor y lo que la vida ha ido creando sin consultarnos: ese nuevo cuerpo enamorado toma su ruta, mientras en la ceremonia de la noche de un insomnio sagrado, se recorre al cuerpo que duerme tranquilo, ingenuo, bello, y se le hacen todas las preguntas, mientras se gime, yo lo sé, la palabra perdón.





INTROSPECCIÓN EN UNA MESA DE BRUJOS

Cuando vuelvas, me encontrarás en la Huaca Norte,
con tres perros, tres cruces y tomando agua de lago.
El prójimo es el lago.

Caminarás hablando solo,
ni tu olfato te comprende,
me preguntarás por mí... a mí.
Con pena escribo.

Ese día en que buscarás mi vida subiendo al monte,
sabrás que eres el dios castigado,
el que rueda abajo y vuelve,
yo fui la pordiosera, un pelo simple.

Ahí, en la Huaca Norte te dejaré pasar,
y no seré yo quien te hable,
sino mi trenza azul, pero trenza.

Cuando vuelvas a subir gran creyente, con tus ojos viroleados,
con tu gemido de lobo que me diste hasta perderme,
ya no seré más Abel el cuidador de tus églogas,
y no me reconocerás en medio de los animales que te sienten.

Me extrañarás, buen señor, yo fui el pastor de tus maldiciones.
Cuando vuelvas, estaré vestida de otro principio, en el lago,
el prójimo es el lago.

© Textos de Luz María Sarria
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